martes, 17 de enero de 2012

33 Palabras para despedirme de mi

Trascender de lo mundano para convertirse en una mejor persona cuesta bastante trabajo. En primera porque desde que nacemos quienes nos rodean nos imponen un destino a seguir, plasman en nosotros una personalidad bajo un nombre que tiene cierto significado y que a parte de ello en la mayoría de los casos refieren a otra persona conocida, un padre, una madre, un abuelo, un hermano o hermana y en los casos más atrevidos un exnovio o un amor prohibido.

En la infancia, somos victimas de los adultos, quienes nos hacen y deshacen como se les da la gana. Observamos desde una perspectiva con conciencia apagada sucesos que nos afectan pero que sin embargo parecen ser normales y no hayamos explicación alguna. Pero sentimos y se albergan en los recuerdos. Posteriormente cuando la consciencia empieza a despertar (en algunos más que en otros y en distintos ritmos) empezamos a tener una opinión acerca de las cosas, esta opinión esta sustentada en gran medida por nuestro nivel cultural y el contexto en el cual nos ubicamos. Independientemente de ello empezamos a conocer el mundo y a preferir ciertas ideas, ciertos colores, ciertas actividades, etc.

 Retomando a los adultos que ya para estas alturas son muchísimo más adultos, en algunos casos los abuelos de la infancia ya fallecieron y nuestros padres se encuentran en una etapa más madura (en edad) de sus vidas, es mucho más difícil que acepten algo nuevo. Llevan probablemente el doble del tiempo pensando como piensan, sus ideas muchas veces carecen de flexibilidad y de reflexión, básicamente muchos de ellos piensan en automático las cosas.



Por ende viene una diferencia generacional, creo que es bastante obvia y siempre se ha visto, un claro ejemplo es el caso de los hippies en los sesentas. Pero esta obviedad del cambio no es aceptada fácilmente, la opresión y la intolerancia al cambio afloran de una u otra forma.  Y como seres humanos que somos, tenemos la necesidad de clasificar todo aquello que nos rodea, poner adjetivos, catalogar y encasillar las cosas porque psicológicamente esto nos hace sentir cierta estabilidad en nuestras relaciones, con uno mismo y con lo que nos rodea.

Pero estos juicios hacía el exterior a veces pueden dañar a otros, cuando el enfoque no se hace de manera completa. Muchas personas solo ven lo que desean ver, solo ven un punto en todo un cuadro. Todos y cada uno de  los seres humanos somos complejos, desde nuestro nacimiento hasta el fin de nuestro tiempo pasamos por diversas etapas mentales, físicas y circunstanciales. El ser humano no se queda estático y por lo tanto es muy cruel que a una persona se le quiera mantener bajo los mismos juicios eternamente.

Así que sustentando mis ideas, quiero agregar a todo esto, que estoy lista para devolverles a todos aquellos las palabras, adjetivos y de más juicios negativos que han atribuido a mi persona y el 33 es un número mágico y curiosamente al escribirlas y terminar de contarlas me dí cuenta de que son 33.


  1. Desordenada
  2. De pocos valores
  3. Marimacha
  4. Madre SOLTERA
  5. Mala cara
  6. No soy hermosa
  7. Depresiva
  8. Aprovechada
  9. Mala mamá
  10. Insoportable
  11. Mal agradecida
  12. Descuidada
  13. Viciosa
  14. Amargada
  15. Gorda
  16. No seas tú
  17. Infiel
  18. Neurótica
  19. Histérica
  20. Aburrida
  21. Inmadura
  22. Problemática
  23. Se van a aprovechar de mi
  24. Me van a rechazar
  25. Cabaretera 
  26. Me voy a quedar sola
  27. No es afectuosa
  28. Floja
  29. Fea
  30. Rebelde
  31. Enfermiza
  32. Desubicada
  33. Intolerante
Ahora sin aquellas ataduras espirituales, pues a ver que son me toca. 

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