Extraño a mi antiguo blog, el monstruo de la vergüenza se apoderó de mi pequeño y frágil ser. Un par de años de dedicación constante y chispazos de genialidad literaria fueron tirados a la basura en un arranque de culpabilidad y vergüenza. Vergüenza inculcada desde mi infancia, temor al rechazo y desde luego el querer siempre el amor de mi padre, el temor a su rechazo. Como hijo uno siempre carga con eso, pero he dicho un par de veces, quizá otras cuantas más: el tiempo no pasa en vano sobre la conciencia, hoy me arrepiento profundamente por haberme deshecho cruelmente de mi espacio artístico “De cosas efímeras y algo más” descansa en paz, palabras que jamás regresarán puesto que nunca guardé ningún borrador de aquellas, simplemente y hasta la fecha estas eran depositadas una por una en aquel sitio virtual que me hacía explorar rincones de mi mente que en estos tiempos se han cerrado.
A veces pienso que escribo mejor que antes, pero no gozo de un parámetro cierto para comparar mis antiguos errores y escasos aciertos. Amo escribir, de las pocas cosas que amo hacer, probablemente hoy en día sin ningún objetivo claro, que en tiempos lejanos creía tener, pero siempre con la mente despierta a desplegar cientos de palabras que deseo creer alguien a través de un monitor contempla y le causan aunque sea una pizca de sentido.

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