miércoles, 25 de abril de 2012

Confesiones de un artista Parte II

Aún recuerdo la primera vez que te vi. Fue en uno de esos tontos primeros días de clase en los cuales nos hacían formarnos en el patio del colegio y escuchar algún tonto discurso sobre la excelencia académica del instituto. Tu estabas ahí, siendo el fanfarrón de primera que siempre has sido. Recuerdo tu mirada, como aquellas que se te graban en el recuerdo y no sabes porque razón.

Un año después el destino te acercó a mi, te cambiaron a mi grupo y nuevamente tu seguías siendo aquel fanfarrón bastante pesado y bastante vulgar. Pero creo cariño que me gustan las vulgaridades.

Yo tenía un corazón roto, por aquel otro hombre de mi vida que, no era vulgar pero era un peligro y pues tu estando ahí simplemente entraste para sacar al otro. Siempre fuiste un mal necesario.

Con el tiempo entraste y te quedaste mucho tiempo, llegué a convencerte de que anduvieras conmigo. No recuerdo que te dije. Todo indica que en aquellas épocas yo cometía las bajeses de declarar mi amor sin temerla ni deberla. Cariño yo se que tu no me querías como yo a ti, pero también he sabido que es difícil negarme algo. Todo fue un triste fracaso que nos separó por un largo tiempo.

Un año después, llegaste a mi vida nuevamente, seguías siendo un fanfarrón y cada vez más vulgar; pero yo ya no era la misma chica de la cual todos se burlaban. Había adquirido cierto respeto, o al menos eso quiero creer, usaba maquillaje, me pintaba el cabello de colores, reía mucho y era muy inteligente. En algún instante volviste a entrar, platicábamos horas enteras, creía conocerte y creí que a alguien por primera vez le importaba.  Tenía ganas de ser rescatada y también de rescatarte a ti. Pero todo era un triste engaño, tu sabes jugar a las cartas y yo siempre he sido muy ingenua.

Aun recuerdo la luz de aquella lámpara en la madrugada cuando colgaba el teléfono después de escuchar tu vos, recuerdo aquel cuento del unicornio que me contaste y también tengo las cartas que te escribí. Una de ellas estaba basada en una canción de mi banda favorita de aquel entonces: Placebo - Every me, every you, cosa que jamás te dije porque era parte de mi encanto; también recuerdo que una de ellas la escribí en una envoltura de chocolate que tu me habías comprado la última vez que salimos juntos.

Acabo de recordar un día que fue determinante en mi vida, que pretendo narrar: Al día siguiente de que tu me habías botado yo llegué como de costumbre tarde, el locker donde se encontraban mis libros era demasiado alto, lo abrí y el libro de aritmética cayo en mi nariz. Tu viste toda la escena, recuerdo nuevamente aquella mirada de quien solo sabe burlarse de las situaciones. Te fuiste huyendo de mi y yo cruce todo el patio aguantando las ganas de llorar y fue cuando abracé fuertemente a la primera persona que tuve cerca de mi quien me consoló y me dejo llorar en su hombro un buen rato y esa persona curiosamente se convirtió en motivo de la siguiente entrada de confesiones que tengo que hacer.

Después de tantos años, sin motivo alguno volví a soñar contigo, estábamos en la escuela y había una especie de simulacro sísmico o creo que si estaba temblando, porque tu me protegías, cosa que en la vida real jamás hiciste. ¿Quiero saber por qué nunca lo hiciste? Solo eras un encantador engaño, así fue como siempre te tuve en mi mente y tu lo sabes o creo que lo sabes. Y pronto te volveré a ver porque quiero saber si realmente te importaba. Solo es eso curiosidad para que no vuelva a soñar contigo.


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