Nos seguimos vendiendo y entusiasmando por objetos banales del deseo. Como si en ellos pudiésemos encontrar una máscara para que nadie nos mire a nosotros como realmente somos, tan grande es la farsa que no nos podemos reconocer en el espejo, tan grande es la derrota que tenemos que curarla con un I-phone y cuentas de vidrio.
Cuentas, brillantes y un enorme vacío. Alma rota y demás tonterías que se ocultan con un toque de Chanel # 5.


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