A mi me tocó ser una niña y verte veinte años después llorando el suceso, vomitando el coraje de su infidelidad. Sus cenizas recién salidas del horno crematorio y que tenían el propósito de un deseo post mortem de ser llevadas al mar, estaban en tus manos.
El coraje te llevó a pensar: "¡Cómo lo detesto! Tantos años y nunca lo confesó. Terminé enterándome por un cuento que el escribió a su vulgar amada y por unas pinturas. (Pinturas muy feas por cierto que a mi me aterraban, que bueno que las rompimos) . ¡Y ahora estás muerto! Y yo sigo aquí llorándote y llorando lo que me hiciste".
Las cenizas estaban en tus manos, aquella caja con lo último que el dejó de si: "El escusado era un buen lugar para depositaras", pensaste después de haberte enterado de algo así.
(Soy una mujer moderna y sin ataduras, yo lo hubiera hecho. Yo hubiera liberado mi alma.)
Tu deseo y coraje se dominaron por algo que no sé que sea: ¿Perdón, aceptación o quizá sumisión?. ¿Culpa, desdicha o miedo? ¿Razón pura? Nunca te he querido preguntar, la verdad es algo que no quisiera saber y tampoco es algo que pueda juzgar o entender.
Somos muy distintas, yo me arranco el corazón y tiro las cenizas al escusado. Tu cumpliste tu ultima promesa: Llevar sus cenizas al mar.
(Las cuales me entraron a los ojos por culpa del viento).



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