lunes, 24 de junio de 2013

Cenizas y Francia.

Él ya se había ido cuando te enteraste de su sucio juego. Aquel viaje intelectual a Francia no solo había sido un escape puramente para el alma y el cerebro; también para el cuerpo. Ella era una francesa alocada, bohemia, sin restricciones. Tú te quedaste en México a cuidar a los niños.

A mi me tocó ser una niña y verte veinte años después llorando el suceso, vomitando el coraje de su infidelidad. Sus cenizas recién salidas del horno crematorio y que tenían el propósito de un deseo post mortem de ser llevadas al mar, estaban en tus manos. 

El coraje te llevó a pensar: "¡Cómo lo detesto! Tantos años y nunca lo confesó. Terminé enterándome por un cuento que el escribió a su vulgar amada y por unas pinturas. (Pinturas muy feas por cierto que a mi me aterraban, que bueno que las rompimos) . ¡Y ahora estás muerto! Y yo sigo aquí llorándote y llorando lo que me hiciste". 

Las cenizas estaban en tus manos, aquella caja con lo último que el dejó de si:  "El escusado era un buen lugar para depositaras", pensaste después de haberte enterado de algo así.

 (Soy una mujer moderna y sin ataduras, yo lo hubiera hecho. Yo hubiera liberado mi alma.) 

Tu deseo y coraje se dominaron por algo que no sé que sea: ¿Perdón, aceptación o quizá sumisión?. ¿Culpa, desdicha o miedo? ¿Razón pura? Nunca te he querido preguntar, la verdad es algo que no quisiera saber y tampoco es algo que pueda juzgar o entender. 

Somos muy distintas, yo me arranco el corazón y tiro las cenizas al escusado. Tu cumpliste tu ultima promesa: Llevar sus cenizas al mar. 

(Las cuales me entraron a los ojos por culpa del viento). 

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